Mercedes


Aunque el tiempo nos haya separado
(no es el tiempo sino la vida quien aleja)
no debo, no sería lícito olvidarte y ser injusto contigo.
 
Porque si tu presente de mujer burguesa
está tan lejos de lo que creo y siento,
a la muchachita que fuiste, junto a mí
la amé hasta ese natural punto que
no precisa palabras, ni declaración ni sexo.
 
Era la amistad el calor, más allá de otros lazos.
Jugaba contigo y me reía contigo
y te buscaba cuando estaba solo (tantas veces)
sin que tú nunca me fallaras ni mostrases
extrañeza. ¿Te acuerdas de cómo nos reíamos?
Jugábamos a chicas y hablábamos del mundo.
 
Íbamos al cine y me contabas, por fin,
los chicos que te gustaban, los actores, los sueños
de lo que ambos seríamos huyendo de aquella
adolescencia en el opaco, hosco Madrid cerrado
a la libertad, de los mediados sesenta. Adiós,
amiga mía, nunca será como antes y nunca hablaremos
como hablábamos entonces. Tú vas en tu avión
y yo vuelo -no sé cómo- en dirección contraria.
 
Pero te recuerdo y te doy las gracias. Única
amiga de mi infancia. Por ti no estuve solo del todo.
Por ti sentí que la vida podría ser amable.
Para ti fui un niño normal y corriente,
al que quisiste -creo- y te quería. Otro amigo.
Jamás sentí que me mirases con extrañeza.
Pocos -poquísimos- me vieron tan real, tan cerca.

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Un poema de Luis Antonio de Villena de contenido autobiográfico, leído por él mismo, donde recuerda a una amistad de su infancia/adolescencia.

Desde el presente, se produce el recuerdo del tiempo pasado, y de la pasada presencia concreta de la amistad (divino tesoro), personificada en una niña/joven. Un ajuste de cuentas con el pasado, para bien, el reconocimiento de la entrega amistosa, reconocida como amor mutuo.

Una poesía sublime, un cuadro vital donde cabe el pasado, el presente, lo concreto y cotidiano, y lo emocional y sentido.

Gracias al poeta por su recitación y su generosidad.

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