Mirada furtiva
Me bastará una mirada furtiva, me conformaré con tu saludo breve, y nunca osaré consumar el deseo ni iré más allá de robarte una mirada; te preservaré de toda concupiscencia y te pondré por encima de los malos pensamientos; me recataré bien de las miradas del espía, pues, sin duda, el amor se puede perpetuar con tal recato.
Poema de Ibn Zaydun, nacido en Córdoba en el siglo XI, fue un poeta árabe andalusí, considerado como el mayor poeta amoroso de al-Ándalus, la Hispania musulmana medieval.
En primera persona, el amante se dirige explícitamente a un tú amado (se sirvió en su poesía del contacto que tuvo con la atractiva princesa y poetisa Wallada). Un juego erótico que queda en eso, en un juego yo y tú, en una declaración de intenciones. La disposición manifiesta del amante es la observación discreta de la amada y el trato mínimo y correcto con ella.
Un juego de oposiciones mirada furtiva / saludo breve / recato / amor frente a deseo / concupiscencia / malos pensamientos caracterizan a un amor idealizado, mal llamado platónico (entendido como no correspondido e imposible). Esto lleva a la idealización de la persona amada, rasgo que coincide con la poesía que en esta misma época se está gestando en Occitania (la actual Provenza francesa), y que será cantada por los trovadores
Un ejemplo de la expresión de un amor elegante, cauteloso y… perpetuo; esta idea enlaza con el concepto árabe de amor udrí, el amor casto (si no se toca, no se estropea).