Píndaro
Como alguien que toma en su rica mano una copa por dentro espumante en rocío de la vida y a ofrecerla va a su joven yerno, brindando en nombre de su casa a la otra, copa toda de oro, cumbre de sus bienes, en gracia del banquete y para honrar al yerno, y entre los amigos presentes lo hace envidiable por el lecho concorde,
así también yo, enviando límpido néctar, don de las Musas, fruto dulce del alma, a los hombres que logran triunfos, les soy favorable, a todos aquellos que en Olimpia y Pitia vencieron. ¡Feliz es aquel a quien envuelven los rumores nobles! Unas veces a uno, otras a otro mira la vivífica Gracia con frecuencia al acorde de lira dulcísona e instrumentos de múltiples voces, las flautas.
Píndaro, Olímpica VII.
El poema se divide en dos estrofas. En la primera, el yo poético empieza una analogía donde el primer componente es el nuevo miembro de una familia, honrado y agasajado, al formar parte de una nueva unión.
Y en la segunda estrofa, el segundo miembro de la analogía; el ganador deportivo, el triunfador, digno de reconocimiento y favores.
Es agradable el ambiente que se refleja en la poesía en torno al yerno y al deportista, identificados con la alegría y la victoria; rodeados de elementos simples y hermosos, como el vino y la música.
Hay que destacar el elemento sobrenatural, divino, que ha de intervenir, como una creencia popular arraigada, en la consecución de la victoria, en este caso deportiva.
Aprendamos a disfrutar de la victoria, pues, aunque temporal, es un regalo de la vida.