Resurrección

 

¿Que después de esta vida tengamos que despertarnos un día aquí
al estruendo terrible de trompetas y clarines?
Perdona, Dios, pero me consuelo
pensando que el principio de nuestra resurrección, la de todos los difuntos,
lo anunciará el simple canto de un gallo...

Entonces nos quedaremos aún tendidos un momento...
La primera en levantarse
será mamá... La oiremos
encender silenciosamente el fuego,
poner silenciosamente el agua sobre el fogón
y coger con sigilo del armario el molinillo de café.
Estaremos de nuevo en casa.

Un poema de Vladimir Holan que parte del principio cristiano de la resurrección, de la vuelta a la vida de los muertos.

El poeta lanza una pregunta retórica (que lleva implícita el resquemor y la desaprobación) sobre el final de los tiempos como paso ineludible para llegar a una nueva vida, según la escena que se presenta en el segundo verso, surgida de los textos apocalípticos y proféticos de Juan el Evangelista.

El autor de esta composición increpa a Dios, destroza el dogma cristiano y se pone a poetizar…

Y la vuelta a la vida la concibe como la vuelta a su pasado, a un estado vital y emocional; ni más ni menos que el regreso al hogar, siendo niño, y al lado de la madre (un símbolo casi universal es la mujer o madre que cuida del fuego, o sea, del hogar) y demás familia.

Una composición iconoclasta, que rompe y juega con un dogma religioso para ensalzar, como se observa aquí, muy poéticamente, el valor de un pasado en que se fue feliz y de las personas que lo hicieron posible.

La imagen que acompaña este texto es de Evaristo Guerra, pintor de Vélez-Málaga, paisano de nuestra excompañera que recita.

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