Una oda

Dichoso aquel que busca un lugar como éste
y contempla las zarzas que estrechan el camino
cuajadas de racimos de un negro y rojo agreste,
y a lo lejos la tierna brusquedad del espino.
 
Aquel que ya no dice: «voy a contar mi historia»,
sino que sale al campo como un impresionista
en busca de un paisaje o una luz ilusoria
y no hace mal a nadie, sencillo y egoísta.
 
Aquel que por las noches olvida que ha sufrido
y deja a un lado todo su corazón herido
para mirar la luna y sus cepos de plata.
 
Dichoso él, que llora sin preguntar la fuente
de esas lágrimas puras, que está solo y doliente
y sin juzgar se entrega a esa vida beata.


Un soneto de Andrés Trapiello que es una recreación del conocido poema de Fray Luis de León “Dichoso aquel…”, que desarrolla el tópico de origen latino y horaciano del beatus ille (sobre la vida retirada de la vida social y urbana).

Y el poeta poetiza sobre una tercera persona (que se convierte en un ideal del humano que ha encontrado la felicidad) inmerso en la naturaleza, observador de la misma y solitario.

El tópico se rompe de alguna manera en los dos tercetos (aquí está la mano propia del autor), cuando sigue hablando del humano que es capaz de superar su dolor (de cualquier tipo y origen) o convivir con él y acaba encontrado el secreto de la dicha.

Gracias a José Llerena por su lectura.

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