Carpe vitam / La espera

Carpe vitam
La espera
Carpe vitam, quiso decir Horacio.
Carpe, en imperativo, implica un tú,
una destinataria.
La poesía exhorta a más vivir.
Desde la poesía
se revela la urgencia de entender
la pura unicidad de cada instante.
Toda fracción de vida gozada con fruición
se metamorfosea en herramienta,
en pieza del escudo
que se le opone al cuerpo de la muerte.
Carpe diem, sed etiam carpe noctem.
Un río subterráneo
hace desembocar este estribillo
por debajo de todas las poéticas.
Pues merece la pena amar lo frágil,
los instantes a punto de quebrarse,
y guardar el anhelo larvado entre palabras.
–
«Lo mejor que podemos hacer es no asustarnos.
Ya sé que no resulta fácil atenazar el miedo.
Pero también el miedo une. Es cuestión de saberlo
y no menospreciar esa sabiduría.
Calma, mucha calma,
en medio del terror también se puede tener calma;
casi diría que es imprescindible.
Moverse con cuidado, calcular bien los movimientos:
un paso en falso puede significar la destrucción.
Miedo, naturalmente. Mucho miedo:
nadie quiere desintegrarse.
Pero también el miedo integra. No olvidarlo.
Por descontado: esa tarea no resulta alegre,
pero en casos como el presente
lo más seguro es ver los hechos con realismo.
Nada ayuda tanto como la realidad.
Lo mejor que podemos hacer
es mirar con afecto a la consolación;
cuando se tiene miedo los consuelos no se desprecian.
Cualquiera se puede morir,
pero morir a solas es más largo.
Y si el miedo sigue creciendo,
apoyar una espalda contra otra. Alivia.
Infunde cierta seguridad
mientras dura la espera, Telémaco, hijo mío».
Gracias a Pilar García, profesora de Clásicas, asesora del CPR de Almendralejo -hoy, día de su onomástica-, por la lectura de estas dos composiciones, más los comentarios añadidos.
Dos textos de referencias grecolatinas, fuentes a las que siempre se puede volver para hablar de lo humano.
















