¿Cómo se sacan las castañas del fuego? (A propósito del fin de segundo de bachillerato)
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A los 17 mi madre vio que me iba de casa,
así que un día me cogió por banda
y me enseñó a freír un huevo.
Yo apenas había vivido más allá de las tres calles de Palencia,
tenía un caudal de sueños por achicar
y un semáforo en rojo en la cuenta atrás de ponerse en verde.
Acababa de amanecer un nuevo siglo,
la gente de clase hacía pellas repartiendo cartas de universidad
y la castañera de la calle mayor
mientras
seguía dándole vueltas al frío.
Preocupada, intuyo, por el qué iba a comer y cómo,
mi madre
me enseñó a cocer pasta,
a cortar lechuga
y picar ajo para darle sabor al cerdo.
Y una tarde; como ya he dicho,
me cogió por banda
y me enseñó a freír un huevo.
Yo estaba en segundo de bachillerato
y lo único que me preocupaba
(no he cambiado tanto)
eran las chicas, el cine y la poesía
y en ese desorden
coleccionaba posters pensando en cómo sería mi vida.
Pero mi madre,
tímida, preocupada y repleta de ternura,
insistía:
llenaba una sartén de aceite,
lo calentaba
y con los ojos me decía: aunque te quemes, tienes que ser fuerte.
Así aprendí a romper la cáscara,
a poner dos huevos sobre la mesa
y a sobrevivir en este mundo de mierda
que tanto me gusta tantas veces.
Cuando alguien me pregunta
“¿Cómo se sacan las castañas del fuego?”
respondo
lo que aprendí viendo en las manos quemadas de mi madre:
“Quemándote,
para que así otros,
los tuyos,
no se quemen”.
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Un poema de Escandar Algeet -poeta español actual, formado en cine y en poesía, nacido en Palencia- que presenta la visión poética de un adolescente/joven en el momento de la emancipación de su casa y de su entorno.
En ese momento vital bastante trascendente en el inicio de la juventud, aparece la madre, que entra en alerta y decide ayudar; el hijo, lleno de expectativas, reconoce la transmisión de la práctica de la vida, de la sabiduría cotidiana recibida, como un regalo sin precio; el reconocimiento, el homenaje a, del esfuerzo “casero” del progenitor, de la lucha por la vida, propia y de quien se quiere.
Y con versos sacados de la cotidianidad, del ámbito más afectivo y cercano.
A propósito del fin de ciclo vital y académico de nuestros alumnos que acaban su estancia en nuestro Centro y que comienzan otro momento que tendrán que vivir, y a propósito de la parte que madres, padres, familia y allegados han puesto para todo haya salido bien y siga siendo así.
Gracias a nuestro alumno Fco. Javier López por la lectura de este texto.