La hiedra

Solían dormir la siesta
debajo de la hiedra, en un rincón
–uno con un pañuelo sobre el rostro,
otro con el sombrero–, y parecía
que no había otro lugar más apacible,
a pesar de las moscas, insolentes,
y el calor sofocante del verano.

 
Ya va llegando el tiempo
de echarme allí debajo y descubrir
que la vida, después de tanto afán,
en realidad es poco más que eso:
una siesta, las hojas de una hiedra,
un remanso de verde y de frescura,
el placer de sentir que respiramos.

Un poema de Juan Ramón Santos -escritor placentino, autor de novelas, relatos, poesía y libros infantiles y ganador de varios premios literarios- que pertenece a su último libro, Vida salvaje.

En a primera parte, hay un recuerdo, una evocación por parte del yo poético de una siesta de dos personas -allegados- en un locus amoenus real; no ideal, pero suficiente para el descanso.

En la segunda parte, el yo poético aparece, pasado el tiempo del recuerdo, y reflexiona sobre el sentido de la vida (!), y que relaciona con la sencillez, lo natural y la buena sensación de sentirse vivo.

Una bellísima composición que asoma y enseña sencilla pero magistralmente lo que puede ser la buena sintonía con la vida, con un estilo lírico muy depurado.

Gracias a J. R. Santos por la lectura de su propia poesía.

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