La nana de Perseo

ὅτε λάρνακι
ἐν δαιδαλέᾳ
ἄνεμός τε †μην† πνέων
κινηθεῖσά τε λίμνα δείματι
ἔρειπεν, οὐκ ἀδιάντοισι παρειαῖς
ἀμφί τε Περσέι βάλλε φίλαν χέρα
εἶπέν τ᾽· ὦ τέκος οἷον ἔχω πόνον·
σὺ δ᾽ ἀωτεῖς, γαλαθηνῷ
δ᾽ ἤθεϊ κνοώσσεις
ἐν ἀτερπέι δούρατι χαλκεογόμφῳ
‹τῷ›δε νυκτιλαμπεῖ,
κυανέῳ δνόφῳ ταθείς·
ἄχναν δ᾽ ὕπερθε τεᾶν κομᾶν
βαθεῖαν παριόντος
κύματος οὐκ ἀλέγεις, οὐδ᾽ ἀνέμου
φθόγγον, πορφυρέᾳ
κείμενος ἐν χλανίδι, πρόσωπον καλόν.
εἰ δέ τοι δεινὸν τό γε δεινὸν ἦν,
καί κεν ἐμῶν ῥημάτων
λεπτὸν ὑπεῖχες οὖας.
κέλομαι δ᾽, εὗδε βρέφος,
εὑδέτω δὲ πόντος, εὑδέτω δ᾽ ἄμετρον κακόν·
μεταβουλία δέ τις φανείη,
Ζεῦ πάτερ, ἐκ σέο·
ὅττι δὲ θαρσαλέον ἔπος εὔχομαι
ἢ νόσφι δίκας,
σύγγνωθί μοι.

[Cuando dentro del arca bien labrada / la arrastraban los soplos del viento / y el agitado oleaje, / se sintió sobrecogida de terror, y con mejillas húmedas / se abrazó a Perseo y le habló: / “¡Ah, hijo, qué angustia tengo! / Pero tú dormitas, duermes como / niño de pecho, / dentro de este incómodo cajón de madera de clavos de bronce / que destellan en la noche, / tumbado en medio de la tiniebla azul oscuro. / No te inquietas por la ola que lanza / por encima de tus cabellos la espuma / marina ni del bramar del / viento, recostando / tu bella carita en mi mantilla de púrpura. / Si para ti terrible fuera lo / que es terrible, / ya habrías prestado oído ligero a mis palabras. / Pero te lo ruego, duerme, niño mío. / Que duerma también la alta mar, duerma la inmensa desgracia. / Ojalá se mostrara algún cambio, / Zeus padre, movido por ti. / Y si con alguna palabra atrevida / y al margen de lo justo te invoco, ¡perdóname!”]

Según la mitología griega, el oráculo de Delfos había advertido a Acrisio, rey de la ciudad de Argos, que el hijo de su hija Dánae lo mataría; para evitar la profecía, el rey encerró a su hija, pero Zeus, el dios supremo, la fecundó convertido en lluvia de oro; para deshacerse de Dánae y Perseo, Acrisio los encerró en una arca que lanzó al mar, con la idea de que perecieran en él, pero madre e hijo sobrevivieron; más tarde, Perseo fue el que cortó la cabeza de la gorgona Medusa -el monstruo con serpientes en lugar de cabellos y cuya mirada petrificaba- y mató a su abuelo Acrisio.

Este poema de Simónides de Ceos recoge el momento de Dánae y Perseo dentro del arca en el mar y en una tormenta; en ese momento, la madre canta una nana a su hijo. La nana como texto poético aparece en alguna ocasión en la historia de la literatura; con su canto, la madre pretende proteger al vástago frente a la adversidad que vive, una muestra del amor filial que se enfrenta a todas las contrariedades. Gracias a Alexiou Georgios, profesor de griego moderno y clásico, por la lectura de esta poesía

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